lunes, 29 de abril de 2013

¡Cómo enojarse y no morirse del enojo!


Las personas se enojan. ¡Qué noticia!

Algunos se enojan todo el tiempo y por cualquier cosa, otros de vez en cuando; también están los que se enojan y se tragan todo, y algunos pocos, parece que no se enojan nunca. Detrás del enojo, siempre hay un motivo subyacente, algo que dispara el enojo de la persona.  Es como un iceberg, se ve una parte sobre la superficie pero lo que está por debajo, es una masa gigante de hielo capaz de hundir aun los barcos mejor equipados. 

Ahora; ¿Está mal enojarse?
El enojo; ¿Es bueno o es malo? ¿Cuánto cuesta enojarse? 
El diccionario que gobierna la lengua española asocia al enojo con la ira, la cual es una pasión del alma que causa indignación, venganza, actos de saña, furia y violencia.

Está claro que el enojo produce energía extra en nuestro cuerpo, en realidad podríamos arriesgarnos a decir que el enojo, no es ni bueno, ni malo.
Lo que determina qué es bueno o malo, es lo que hacemos con el enojo,
o cómo nos permitimos manifestarlo desde dentro hacia afuera.

Veamos algunos situaciones que producen enojo:


· A veces nos enojamos cuando tenemos expectativas sobre otras personas y las mismas no son debidamente llenadas.
· Otras veces nos enojamos porque las personas se comportan fuera de lo que nosotros consideramos “normal”. Sólo hay que mirar cómo la gente se trata en el tránsito.
· En ocasiones, el enojo se manifiesta como una expresión de miedo, por cosas que no podemos controlar, lo desconocido, lo inesperado.
· El enojo por situaciones adversas que nos toca enfrentar en la vida.
· Un tipo de enojo, muy camuflado es el que produce la frustración personal, que casi nunca es reconocido. En este caso, el enojo es realmente con uno mismo, por situaciones que no supimos enfrentar, cosas que no pudimos decir o que dijimos sin pensar. Logros que no hemos alcanzado que se alimentan de la comparación que hacemos de nosotros mismos con otras personas.
En síntesis, motivos para enojarse; sobran.

Ahora, veamos las dos maneras en que el enojo puede ser manifestado.

1. El enojo destructivo.
Las escrituras tratan el caso y traen luz sobre el asunto: 

“Refrena tu enojo, abandona la ira; no te irrites, pues esto conduce al mal”
Salmo 37:8     

Este enojo, está orientado hacia otras personas, inclusive hacia uno mismo a veces. Este es el enojo destructivo. Donde la persona que se enoja,
centra su enojo hacia la otra persona de una manera negativa, cargando de culpa a los demás, que por lo general son las personas que le rodean. No han faltado casos, de personas que se enojan con Dios también.  

Ahora, veamos un mejor camino con un gran ejemplo.

2. El enojo resolutivo.

Cuando Jesús vio que habían convertido el Templo de Jerusalén en un mercado de compra venta, literalmente se enojó hasta el punto dar vuelta el mercado, volteando mesas, corriendo animales e increpando a los cómplices de la época, cuando no, ni más ni menos que la religión organizada quien recibía las comisiones por las ventas. 
Ahora, según relata la historia, vemos un gran despliegue y desgaste de energía hecho por Jesús.
El maestro mismo, enojado, pero con dominio propio sobre su persona y sus palabras digno de ser analizado.  
Mientras el enfoque destructivo se centra en otras personas y reparte culpas,
el enfoque resolutivo se centra en la situación en sí.
Jesús  fue duro con la situación, pero blando con las personas que se estaban equivocando.
Ser blando con las personas, no quiere decir que hay que ser permisivo. Las cosas hay que decirlas, pero hay que tratar de decirlas bien.  La firmeza es para sentar una postura, sin herir a las personas responsables del problema.  

¿Está mal enojarse? De ninguna manera, el enojo es energía interna, y hay que manejarla con inteligencia. Por lo menos, esa es la sugerencia de Dios, que también alguna vez a lo largo de la historia, se ha enojado y sabe del tema.

Mi sugerencia, si te enojas:
“Hazlo con estilo y resuélvelo con inteligencia,
duro con el problema y blando con la persona”.

¿Por qué?
Porque al final de cuentas, rendiremos cuentas por cómo hemos tratado a los demás, aún cuando ellos, se haya equivocado con nosotros, voluntaria o involuntariamente.  

¡Hasta la próxima! 

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