domingo, 28 de abril de 2013

“Aburrados & Aburridos Inc.”


¿Qué tienen que ver la ignorancia con el aburrimiento? Veamos: 

“Aburrado”: Palabra que por definición propia no existe, pero que en nuestro español corriente podría expresar algo así como: “persona burra en progreso” con el perdón de la raza equina a la cual pertenecen dichos animales.

“Aburrido”: Dícese de aquella persona que no encuentra un quehacer que le produzca algún tipo de alegría o felicidad pasajera, sufrir un estado de ánimo producido por falta de estímulos, diversiones o distracciones.


Sin lugar a dudas que somos la generación que más acceso ha tenido al entretenimiento como tal, no obstante, la depresión afecta a un quinto de la población mundial, el desempleo hoy en España avanza a pasos alarmantes y en los países en vías de desarrollo, la desazón por no alcanzar un mejor nivel de vida y el suicidio son moneda corriente. 


Por otro lado, los países en la cúspide de las sociedades con altos niveles de vida, con bajos niveles de corrupción, resulta que el consumo de drogas, el alcoholismo y otros hábitos por el estilo, como así también el suicidio son temas no menores que afectan a esas sociedades.

Hace unos 3.000 años atrás, ya lo decía el Rey Salomón, “No hay nadie capaz de expresar cuánto aburren todas las cosas; nadie ve ni oye lo suficiente como para quedar satisfecho”. Hay que observar que esta declaración la hizo ni más ni menos que un estadista que durante su gobierno eliminó la pobreza en su país, y se convirtió en uno de los hombres más ricos de la historia.


Si bien su célebre frase data de hace unos 3.000 años, sigue tan vigente hoy como en ese entonces, sin distinción de nivel socio económico, origen o costumbres sociales, ya que recursos para divertirse a Salomón, no le faltaron. 

El tema del aburrimiento es más grave de lo que pensamos. En Holanda, se han contabilizado a la fecha, unas 900 iglesias que se han cerrado, y la cuenta sigue.


¿Se aburrió la gente de Dios o de sus representantes? Ahí hay mucha tela por cortar y no es el punto de este artículo, lo que sí está claro, es que la gente sensata no seguirá comprando un mensaje incomprensible porque además de tedioso y condenatorio en ocasiones, resulta aburrido.


Entonces, ¿Por qué es tan peligroso el aburrimiento en la vida?
Porque puede costar la vida. El aburrimiento es causado por la ignorancia. Ser ignorante no es malo, lo grave es quedarse en ese estado. Me tocó alguna vez mirar una película en noruego, idioma complejo y ajeno a nuestra rápida comprensión. La película estaba buena, aparentemente, pero como no entendía mucho lo que decían, me aburrí.


En la vida pasa lo mismo. Cuando no entendemos algunas cosas fundamentales estamos en algo que me permito llamar “estado de ignorancia involuntario” y cuando esto pasa, vemos a la humanidad en su peor versión. 

¿Qué reflexión sacamos con esto? Está visto que el entretenimiento no es el antídoto al aburrimiento. 

Todo aburre en algún momento, por más divertido que sea. 


Me hace pensar el divorcio no reconocido en el pensamiento de muchas personas que existe entre la religión y el mismo Dios.


Y yendo más adentro de la cuestión, creo que las personas no desechan a Dios, sino la parafernalia que se mueve en “Su Santo Nombre”, a veces bien denominado “El Circo de la Fe” y en otros formatos y regiones, la “Santa Liturgia”.


Tal vez la cuestión de fondo no sea la ignorancia como tal que produce aburrimiento, sino a quién estamos ignorando.


¿Se puede “ignorar” a Dios, cuando apenas somos un chispa de existencia en un universo que todavía ni siquiera conocemos?


¿No será que Dios está más cerca de lo que pensamos?


Ahora, incomodemos más la pregunta, aunque atente contra el negocio de unos cuantos:


¿Será que Dios necesita realmente de representante en la tierra para conectarse con quién el quiera hacerlo?


Al fin de cuentas, como dicen los autores; “Todos los derechos reservados”.


Y si Dios se quiere reservar el derecho de comunicarse con quien quiera,


¿Quién le puede decir algo?

Creo que esforzarse por entender un poco más a Dios es una tarea que a lo largo de la historia se ha privatizado, tercerizado y enajenado; cuando debería haber sido al revés.


¿Qué pasaría si uno hace uso de su máximo privilegio, su voluntad,
y se da una oportunidad a sí mismo para entenderle a Él, un poquito más?


Tal vez nos sorprenderíamos.


El punto no está en que Él nos entienda, somos nosotros  que deberíamos entenderle a Él.


A veces por prejuicio o por otras razones, no navegamos en esas aguas, y corremos el riesgo de ahogarnos entre la ignorancia y el aburrimiento, hermanas gemelas sin salvavidas.  

¡Hasta la próxima! 

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